Camino hacia Pessoa

Retrato de Fernando Pessoa, por José de Almada Negreiros
Retrato de Fernando Pessoa,
por José de Almada Negreiros
¡Dios mío, no para casi nadie por la calle!... Algunos lo tienen que estar pasando fatal, con lo de estar todo el día encerrados en sus casas. Mira si no, esas pobres mujeres, con el temor impuesto de tener que convivir con su maltratador, las 24 horas del día. O con la maltratadora, que también las habrá, digo yo, o cuanto menos alguna pedorra insoportable, qué hastío de reclusión, que las circunstancias le obliguen a uno a pasar todas las horas, y cada minuto, y cada segundo, junto a un jumento de órdago... Me subscribo a lo que dice el refrán, que mejor solo que mal acompañado de una indeseabla. O indeseable, según el caso...

Ahí va una mujer, por la acera de enfrente... ¿Será de armas tomar, o más bien de talante sosegado? Buenas nalgas tiene, la tía... Es un poco señora, ¿no? ¿Pero qué quieres, Miguelito, si andas tú igual de en picado por la cuesta abajo, por esos senderos de las carnes fláccidas y los alicaídos ideales?... Claro, te pones una sudadera con capucha y te crees todavía veinteañero, ya te vale... No me dice nada esa mujer; si al menos fuera latina... ¿No lo es, no? Aunque podría ser, bien creas, que en este barrio de Carabanchel Bajo dentro de poco serás minoría étnica. Un vulgar señor de pálida tez, sí, entre tanta exótica e inalcanzable belleza... ¡Pero mira que son desabridas las españolas, por el amor de Dios, igual que duraznos arrancados del árbol antes de madurar!... Puestos a elegir, a mí dame una latinoamericana que me diga «sí, mi amor», aunque sea de mentira. Pues igual, mira lo que te digo, esa señora te haría gozar de lo lindo, más de lo que tú te crees, y tú queriéndotela perder, so idiota; deberías replantearte lo de tu renuncia a sentir de cerca tan suculentas nalgotas. Estás fatal, Miguelín; como para que te encierren... Si encerrado andas ya, obligado por el Gobierno y su Real Decreto 465/2020, de 17 de marzo. ¿Será por eso que desvarías? No, por eso no... Lo tuyo nada tiene que ver con el confinamiento, eso seguro, como a más de una y uno les ocurrirá. A ti, lo de quedarte recluido en tu convento te viene de serie y de largo, cual vocación adquirida en el confortable vientre de tu madre. Y lo otro, lo del cerebro calenturiento, a fin de cuentas también es una tara de fábrica, como la de los demás varones primogénitos no sacrificados nada más nacer. Los prototipos es lo que tenéis, en cuanto a imperfección... Ya lo confirma el mantra de nuestros días: «El violador eres tú». Pero qué hijaputas y cuánta razón tienen, esas cabronas de la cancioncita. Si al final, va a ser cierto que todos los hombres sois unos violadores en potencia, y no sólo los primogénitos. Mira si no, cómo desfasáis en cuanto os dejan sin arbitrio ni control, despendolados al albur de vuestro atávico impulso de meterla. Por ejemplo, ahí anduvieron haciendo de las suyas los yankis en el Vietnan, follándose a todo lo que se meneaba; o el desmadre de los cascos azules tampoco fue chico, en la Guerra de los Balcanes y por todas partes, ¡la puta que los parió, concha de su madre!... Sí, todos los hombres sois unos terribles violadores, ándenle con cuidado amigas, si caminan borrachas en esta noche oscura, como Santa Juanas mártires sin cruz... ¿Y qué me dices del Ejército Rojo en la toma de Berlín? Menudos hijos de puta, también, los comunistas bolcheviques... Pero claro, como las hordas rojas se trajinaban a las hijas, madres y abuelas de esos nazis desalmados, parece que la Historia no se lo ha tenido demasiado en cuenta. Desde luego, unos grandísimos hijos de la gran puta, aquellos Tovarich... Al menos los nazis no discriminaban tanto, no hacían distingo, vaya, entre hombres y mujeres, niños o ancianos. Tampoco eso les exime de ser execrables, pero indiscutible es que cuando jodían al prójimo lo hacían con verdadera igualdad, y no como esos incoherentes comunistas, y toda su colección de sacralizados líderes supremos. En fin, estás fatal, Miguelito, aunque ya digo, y me repito, que no por el confinamiento, sino que te viene de largo...

Menos mal que no existe la policía del pensamiento, que si no, a más de uno os denunciarían, por tarados y malditos gusanos... Imagínate, a la Stasi o mismamente a la Gestapo, torturándote para sonsacarte tus retorcidas ideas: «¡Eh, tú, jodido demente!, ¿en qué estás pensando?» Si esos modernos inquisidores de las redes sociales y la corrección política pudieran adivinar vuestros pensamientos, os mandaban crucificar a casi todos, ya te digo, desde luego que a ti sí. Pero bueno; igual en momentos como el actual podríais alegar el atenuante del confinamiento, que cuando uno no tiene qué hacer le da por imaginar cosas absurdas, como lo de matar rabos con las moscas... Igual tanta transferida soledad terminará dejádote secuelas, ve tú a saber; para qué preocuparse uno tanto, y tan sólo, y tan solo, por el coronavirus de los cojones. Y tan solo...

Al menos, dentro de lo malo no te obligan a convivir con nadie, eso sí que sería como para cortarse la venas... Que por cierto, me pregunto yo (si es que es verídico el tópico), que cómo algunos se pueden volver maricones en cuanto pasan dos anocheceres en estrecha camaradería con varón, por ejemplo, cuando comparten celda dentro de presidio. No creo yo que a mí me diera por ahí, sobre todo si me tocase como compañero uno de esos presos de manual, de mirada sucia, torso lobuno y mal carácter, repleto de maldibujados tatuajes de sirenas varadas. Hombre, igual, no digo yo, que no caería en la tentación si, irremediablemente, me obligasen a convivir con algún afeminado de maneras delicadas y agradables; anda que no he tenido yo alumnos gays que daban ganas de comérselos a besos, pero de lo amorosos y detallistas que eran, señor profesor... Aunque, ya puestos y obligados a escoger, prefiero a la entrada de carnes que antes pasó por la calle, por más que empezase ya a estar un tanto pasada, ni más ni menos que como uno mismo... A falta de pan buenas son tortas... Siendo sinceros, la verdad es que prefiero el pan tierno y recién horneado al de anteayer, y mejor de miga blanda pero tostado por fuera. Qué le voy a hacer, si mi congénita naturaleza de violador me empuja sin remedio a que me caigan mejor las jovencitas, como le pasa al reputado cineasta Woody Allen... Menudo pervertido ése, tanto o más, que yo mismo. Aunque recientemente, con el coronavirus pululando por todas partes, no sé yo si el provecto Woody Allen se atrevería a tanto desfase. «¿Y ni con mascarilla puesta, Woody? ¿Te follarías a ésa de veintipocos desde detrás de un preservativo y con la mascarilla puesta?». Ni por asomo, creo que lo haría, el tremendo depravado... Y es que he ahí el dilema trascendental, que le planteo yo siempre a todos esos conspicuos promiscuos: si llegase una noche romántica el pibón de vuestros sueños, y os susurrase tiernamente al oído «Hola mi amor, ¿estás viendo porno en solitario? Si quieres, hacemos el amor; eso sí, te advierto que tengo el SIDA", ¿os lo follarías? Apostaría yo, que ni desde detrás de veinte condones lo harían, la gran mayoría de esos donjuanes...

Si es que nos venden una falsa seguridad, estos del Gobierno y de la prensa progre. Y luego, por el contrario, con la excusa de la peste del coronavirus nos exigen que permanezcamos retenidos en casa per saecula saeculorum, amén, o siquiera hasta más ver, no vaya a ser que nos contagiemos y no haya respiradores para tantos, ¡adiós a la utópica igualdad!... ¿Cómo se explica que nos traguemos tanta contradicción, y que a ratos desdeñemos, o no, el evidente hecho de que la vida es siempre riesgo y desajuste tonal? Pues está bien claro: porque la mayoría preferimos vivir autoengañados, creo yo. Dime que me quieres aunque sea de mentirijillas, vamos, como le diría yo a mi imaginaria latina... Impagable, por cierto, aquel sublime diálogo de Céline, en que la antagonista venía a decir algo como «Mi madre tiene cáncer, pero estoy pagando a un médico excepcional que dice que le puede curar. ¿Tú crees que se salvará?». Y el protagonista le responde algo parecido a «Desde luego que no. Mejor harías en no malgastar ese dinero, porque tu mamá se va a morir seguro. El médico es un listo y un estafador, que sólo te da esperanzas falsas, para desplumarte». Qué bueno, por Dios, esa gran dosis de verdad descarnada, tan sin retórica...Y qué cabrón el tal Céline; sólo a un auténtico hijoeputa como él no le importaría que le escaneasen la mente, desde luego, qué ocurrencias tan sin pudor... Delator de judíos, sí, pero admirables, sin lugar a dudas, su estilo y desinhibición; una certera vomitona de tinta lo que su pluma escupía...

Y no digo yo, a modo de conclusión, que el mundo no sea un continuo potar, pero más te convendría tirar por la desasosegante senda del introspectivo Pessoa, que por los boscajes encrespados de Céline. Sal de la enfangada cancha que desdibuja tus huellas, si es que a tiempo estás. Te aconsejo que abandones ese partido sin reglas, el que supone la convivencia, y retírate con tu cuaderno a la grada. Haz como hizo Pessoa: mejor ser un simple espectador del farragoso combate, hacerse a un lado para tomar notas sin mezclarse más que lo necesario, con toda esa fauna animal de la que formamos parte. ¿Qué, si no? ¿Malvender la esencia de uno por un simple intercambio de fluidos con cualquier fulana que pase por la calle, o por un puñado de convenciones sociales de apariencia amistosa? No, de veras que no merece la pena dejar de ser uno mismo... El hombre masa es mierda; si algo hay de rescatable en nosotros mismos se encuentra en nuestra esencia como individuos, en lo que de particular tenemos. En eso Pessoa nos mostró el camino, en lo de observar el melancólico paisaje y la variopinta colección de especímenes que habitamos en él, para retratarnos con cierto amor y mucha delicadeza...

Ya ves, Miguelín, que merece la pena resignarse a un eterno confinamiento, y a los placeres solitarios si no cabe más remedio. Gracias a Dios, para los adolescentes de hasta 40 años y más no falta hoy día un Pornhub, y un descarnado reality show en Tele 5, para las pobres viejas que morirán en soledad...

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