El último discurso del comandante

Comandante guerrillero pronunciando un discurso ante la multitud
Prócer de una patria cualquiera encandilando a su afición
Mira hasta dónde has llegado, improvisado comandante: de don Nadie, a prócer de la patria... Toda esa gente que se arremolina en torno tuyo, delira por hasta el más estúpido de tus pensamientos...

Ya desde el principio cabalgaste sobre caballo dócil, el del anhelo colectivo que al trote te ha traído hasta aquí. De repente, la esperanza se te ha transmutado en un borrico terco del que quisieras apearte... Estimas, en este preciso minuto para la Historia, que es demasiado tarde; ya no hay tiempo para descabalgar de la montura, pues la turba que te glorifica te ha condenado a trascender como estatua ecuestre cagada de palomas... Incapaces son de ver más allá, pues las tonadas melancólicas de la revolución nublan sus ojos; los tuyos decaen ahora, por el cansancio y la pérdida de fe.

La senda hacia la victoria ha sido un empedrado de fatigas y dificultades; y vas tú, justo al final del recorrido, y se te antoja abandonar. No alcanzarás el perdón de Dios ni de los hombres... Pero es sólo a ti a quien martillea esa fastidiosa pregunta, esa insolente cuestión que te ha desposeído de tus certezas: "¿Y ahora qué?". Ya te lo podías haber pensado antes de armar el tremebundo embrollo en que tú solito te has metido... En realidad, no tan solo, pues te has llevado de calle a toda esa legión de ilusionados que, como cándidos corderos, creen en cada una de tus palabras. Palabras, palabras, palabras... Pobres infelices, confiados todos en que, a partir de hoy, contigo no les va a faltar de nada... ¿Acaso te creen Rey Mago o el mismísimo Dios? ¿Acaso es ésta la fe de los ateos?

Lo único cierto es la honestidad de tus intenciones; ésa es la única verdad que, tras una larga travesía interior, permanece en ti. No hay, ni más ni menos, que un hombre, tan íntegro como incapaz. Y tal vez un inconsciente. Un simple hombre al que le están temblando las piernas, pues aunque has largado mil discursos, sabes que este último te será el más difícil de pronunciar:

-Ahí os quedáis: yo, me marcho pa mi casa.

Atónitos los has dejado... Más vale que camines ligero... Y alcances un escondrijo, antes de que despierten de su sueño...

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