Retazos de vida

Fotograma de la película Nuestra hermana pequeña, de Hirokazu Koreeda
Fotograma de Nuestra hermana pequeña,
de Hirokazu Koreeda
Licor de ciruelas casero, hecho por tu difunta abuela, como metáfora de trascendencia... La misma trascendencia que guarda la receta simple de una tostada con chanquetes, como las que tu padre te ponía cuando eras pequeño...

Si te abandonas al traqueteo en silencio, el tren te trasportará por tus vastos territorios horizontales. Alcanzar la vertical exige un ascenso más fatigoso, por senderos empinados. En la cima, la densa vegetación que te acompañaba te ofrecerá un claro desde el que otear el latente devaneo de tus semejantes...

El aguacero aparece de improviso para empapar tu ropa y embotar tus sentidos. Acrecienta la tibieza posterior de una bañera rebosante en que  gorgotea el silencio...

El sol primaveral se filtra y acaricia tu rostro, entre cerezos en flor que mece la brisa titubeante. El canturreo de las chicharras compone la banda sonora de la canícula veraniega; cuando en la hora de la siesta te murmura el ventilador no puedes evitar cerrar los párpados. En otoño los árboles te pintan un telón de fondo de ocres y verdes, y se van desnudando para poner a tus pies un manto tierno de hojas. Unos jóvenes se encenagan en el barrizal de inverno, sobre un campo de fútbol pelado de hierba. Corretean en pos de un balón, el mismo que persigues tú ahora en tu imaginación. El trote enérgico de los muchachos y el transcurso de las estaciones es el discurrir de tu propia vida...

Lo infinito se manifiesta ante ti en la contemplación del océano. Su monótono vaivén de olas te arrulla y eleva a una dimensión espiritual. Es el mismo espíritu de la brisa que en primavera se demoraba en las copas de los cerezos, y el que permanece en el tarro de cristal del licor de ciruelas que preparó tu abuela. Te invita a reservar un instante para la tradición milenaria de reverenciar a los que ya no están... Y mientras haces un alto en tus quehaceres, algunos de los que te acompañaban ayer mismo se van marchando...

El pediatra del que está enamorado la enfermera da la bienvenida a los que llegan; ella acompaña con cuidados paliativos a los que ya se van. Ambos se persiguen, pero su amor es imposible...

Cuatro jóvenes hermanas te muestran el sendero de la vida: una que recién comienza el paseo, otra que camina alegre y despreocupada, otra que va dando tumbos... y una cuarta, la enfermera, que avanza con aparente paso firme... La madre de las tres mayores viene de vuelta; la madre de la más pequeña vino a torcer el rumbo de todas ellas. Hay también una tía-abuela descreída ante cualquier intento de andar... Y una cocinera dichosa que ya termina de recorrer su senda; todo su afán fue el de amamantar a sus vecinos con caballa frita...

Con estos retazos de vida, Hirokazu Koreeda volvió a tejer una de las suyas, otra más de su filmografía: "Nuestra pequeña hermana". Y yo, también de nuevo, me convidé a embelesarme y a cuestionar mi rumbo creativo...

El océano está ahí delante... Parece que pudieras palpar el horizonte con tus propios dedos, y congelar el instante de tu momento efímero...

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