Sin novedad en el frente

Sin novedad, mi sargento. Al menos, ahora todo está en calma, y sólo se escucha el trino de algún pájaro que, canturreando a lo lejos, me recuerda a una de aquellas frías mañanas en las que solía bajar a pescar al río con mi padre...

Mi sargento, usted decidió no descartarme a pesar de mi corta vista. Mi querida madre insistió: "Alega lo de la vista, que así se libró tu padre". Pero usted, sargento Ramírez, como hijo de puta que fue, no debió conocer el cariño de una madre. "¡Aquí no se libra ni mi puta madre!", sí, ahora lo recuerdo, eso me escupió a la cara. Y ninguno nos libramos... Ni siquiera el gordo de Jorge, "el albondiguilla", ni Amadeo, "el flaco", que era asmático. Ni yo mismo, "el lupas", que apenas veo sin mis lentes... No, sargento, ahora todos estáis muertos, y para ser sincero, bien o mal, os lo merecíais tanto más, o tanto menos, que cualquiera de los combatientes enemigos...

Dicen que en otro tiempo no había soldados de reemplazo, que todos los que se alistaban eran voluntarios y profesionales, que recibían su buen salario. Ahora nuestra única paga son insultos, frío, y un rancho infame que no es digno ni del más pulgoso de los perros.

Antes de esta sinrazón gozaba de la vida, entregado a la lectura de cualquier libro en el parque. Mataba las horas devorando páginas y páginas, bajo el abrigo de un árbol cuando hacía algo de viento, o dorándome al sol tibio en los meses de primavera. Ahora mismo en que yazco exhausto en esta tierra de nadie, de alguna forma la situación se parece a la de aquellos momentos de relajación, pues el mismo sol de entonces acaricia mi rostro y me adormece. Cuando los fusiles de asalto y las almas se han callado, los cálidos rayos del sol me traen recuerdos certeros de aquella otra vida despreocupada...

Lo veo nítido hace apenas unos instantes, o quizá unas horas, sargento Ramírez, con sus ojos acuosos de bebedor y su panza bien alimentada, y con ese vozarrón desagradable de siempre: "¡A la carga, maricones, al que se dé la vuelta le pego un tiro!"...

Todos hemos saltado, con aparente brío, en busca de la trinchera enemiga, pegando cuatro escopetazos mal dados con nuestros fusiles de asalto. He debido quedar inconsciente por la onda expansiva de un impacto de mortero, o algo así. Porque acabo de despertarme como de un mal sueño, oyendo ráfagas de bala silbando a mi alrededor, y la voz ronca del sargento maldiciéndose de dolor a tan solo unos metros de mí.

Cuando mis ojos me han devuelto el entorno, en imagen borrosa, me he dado cuenta de que en el presunto impacto he perdido las gafas. No sabía para qué lado estaban nuestras trincheras, ni para cuál las del enemigo. El sargento Ramírez seguía chillando como un puerco herido, y ha empezado a gritarme: "¡Dispara, idiota, dispara!". No distinguía nuestros soldados de los del enemigo, sólo intuía sombras que parecían humanas, corriendo como agazapadas.

Mis manos temblorosas han vuelto a coger el fusil, y, aún postrado en el suelo, he comenzado por silenciar los gritos que venían en dirección del sargento. ¡Por fin comprendo que el sentido de la guerra es el de acabar con cualquier hombre sin nombre! A duras penas me he incorporado, y ya en pie, he descubierto que una pierna me sangraba. Ignorando el dolor y mis escrúpulos, he puesto rumbo hacia las sombras y he abierto fuego con mi fusil, otra vez, sin distinguir uniformes, colores ni rangos. Ahora ya no percibo esas sombras, las que poco antes danzaban a mi alrededor. Descanso entre la neblina de unos restos humeantes de metralla, que me evoca a la de aquel río al que acudía a pescar con mi padre. Los pajarillos silbando, desde las copas de los árboles, me regalan sus monótonos trinos, y unos tímidos, pero tibios rayos de sol, me adormecen, como en aquellos días en que me abandonaba a la lectura con absoluta despreocupación...

Comentarios

  1. Me gustó. Se nota que está escrito por un miope. Que cabrón el sargento Ramirez. En la guerra todo el mundo pierde. Alguna falta de ortografia y alguna de puntuación.

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  2. Ya me ha dicho Carmen, he estado corrigiendo, siempre se me cuelan miles por más que miro y miro. Más de una vez me he quedado sin gafas por un incidente, como bien dices se nota que soy miope.

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