Otoño en bicicleta

Quizá el entumecedor aliento de un invierno más que frío ya sople amenazante. Pero entre hileras de plátanos de paseo, a ritmo tranquilo sobre mi bicicleta, pude deslizarme sobre un manto de hojas semiverdes, semisecas. Acariciaron mi rostro unos rayos tibios de sol que parecían venir de todas partes, que componían un juego de luces y sombras hermoso gracias a la complicidad del tronco y ramas de los árboles y al propio discurrir de la bicicleta. El aire fresco acariciando mi rostro, el sol cálido... Respiré hondo para inundarme el pecho de dicha, y volver a sentir el regalo de la vida...

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