El Estado Soberano de Guadalajara

Mapa del Estado Soberano de Guadalajara
Quiso la Historia, que un día los habitantes de la provincia de Guadalajara decidieran no sentirse castellanomanchegos. «¡Castellanos sí, pero ¿manchegos, de qué, si nosotros no elaboramos quesos tan enjundiosos? ¡Bizcochos borrachos es lo nuestro!». Así que, con éstas anduvieron, y por votación popular decidieron decirle adiós al Reino de España y declarar el Estado Soberano de Guadalajara.

El primer ministro del nuevo Estado se acomodó, para vivir a cuerpo de rey, en el palacio del Infantado. Sintió el hombre que no le llovieran comisiones, pues no fue necesario construir aeropuerto alguno en la recién estrenada capital: en menos que dura un cantar, el tren de cercanías te acercaba hasta el corazón de la antigua metrópoli.

La nueva nación quedó dividida en 4 provincias, correspondientes a las comarcas que, históricamente, habían existido en la región desde tiempos inmemoriales. Que a saber, fueron las siguientes: La Serranía, La Campiña, La Alcarria, y el Señorío de Molina.

Vivía en una especie de casa-madriguera, al noreste de la comarca de La Alcarria, un hombre de tan poca estatura como un enano, pies hirsutos y orejas puntiagudas, y cierto mal carácter. Poseía el pequeño alcarreño, en unos terrenos jarosos, unas colmenas en las que moraban unas abejas muy trabajadoras, que libaban una miel deliciosa que era de una color como la del oro; y también era de su propiedad un anillo, que por desconfianza no se lo dejaba a nadie ver, que era de un metal muy preciado cuya color era similar a la de la miel. Este hombre menudo barruntó: «¿Que voy yo a compartir mi miel con los pobladores de las otras comarcas? ¡No, majo!». Así que fue en busca de sus vecinos, que asimismo eran tan bajitos como él, y les comió el tarro para que toda la comarca de La Alcarria celebrase un plebiscito, con el fin de declararse nación independiente. Como los argumentos fueron idénticos a los que dieron lugar al Estado Soberano de Guadalajara, al primer ministro no le cupo más remedio que conceder el plebiscito. Y el pueblo alcarreño tiró por su camino, con su miel deliciosa y de una color similar a la del oro...

Pero en viendo las otras comarcas que La Alcarria era una nación próspera e independiente, si culo veo culo quiero, con lo que pronto cada comarca se declaró soberana. «Tanto mejor», pensó el primer ministro. Con sus influencias y moviendo unos cuantos hilos por aquí y por allá, «que si mi primo Pepe es serrano de pura cepa, que si mi Andresito nació prematuramente en mi viaje de novios por La Campiña», consiguió colocar a sus hijos y demás familiares en los diversos ministerios de las otrora naciones hermanas.

Mas no quedó ahí la cosa. En los confines del Señorío de Molina, un pastor que pastoreaba unas ovejas que no eran suyas, sino de un amo que era el dueño de las ovejas, no estando conforme con su servidumbre dél, convenció a los borregos para que todos juntos constituyeran un país con su propia bandera, estatutos y coche oficial, con lo que consiguió, por medio de esta argucia tan premeditada y tan ingeniosa, terminar siendo él el amo y señor destas ovejas que originalmente no eran suyas. Otro que trabajaba en una cuadra vecina cuidando de unos burros, en viendo la estrategia del pastor sintió envidia dél, y le habló a los burros en su mesmo idioma y en los mesmos términos que el otro les hablase y persuadiera a los borregos, y así encaminó a los jumentos por la senda que a él más le convenía...

En las otras comarcas, los asuntos y las ansias de auto gobernación se fueron sucediendo de una forma semejante que ya no se pudo contener. El obispo de la población mitral de Sigüenza, hombre ambicioso y confabulador como ninguno, provocó un cisma irrevocable con la Santa Iglesia católica y apostólica de Roma, autoproclamándose papa y fundando, in saecula saeculorum, una Iglesia propia que contó con la adhesión y el beneplácito de sus incondicionales feligreses. Un nuevo estado pontifical quedó constituido entre las tierras medias que abarcaban Sigüenza y sus pedanías, a la manera en que ya existía el Estado Vaticano, allá por Roma.

Los que rezaban a Alá también quisieron regirse según sus propias creencias, con lo que se crearon califatos y tierras de moros. Pasaban unos judíos errantes por un sotobosque que, como les gustó aquello, decidieron quedarse a vivir por esos lares con sus familias y sus ovejas, así que arrancaron los matojos, echaron de la rivera de un río a unos gitanos aleluyas que habían acampado allí por la gloria del Señor, y construyeron una sinagoga y un lanzacohetes para que nadie se atreviera a molestarlos. Los del Opus Dei fueron más partidarios de adherirse al Estado Vaticano, y por sus frutos los reconocían que recordaban a unas bayas semejantes a las tunas pero sin espinas, y de un olor a santidad como si proviniesen de una colonia algo exótica y remota. Incluso hubo descreídos que nada querían saber de religión, u otros que sí creían, pero más bien en el reciclado perpetuo de la carne y del espíritu, los cuales se vestían con prendas holgadas de color butano con las que se sentían más cómodos, y así les salían mejor unos cantos que entonaban en honor de un antepasado regordete al que le decían el Buda...

Algunos hubo, y fueron muchos, que formaron territorios independientes entre gentes que hablaban una lengua irreconocible que sonaba como del revés. Era tan complejo su lenguaje y tan difícil de aprender y de escribir, que en ocasiones no eran capaces de entenderse ni entre ellos mesmos, y eso que hablaban la mesma lengua del demonio...

Las familias se proclamaron naciones, e incluso hasta entre hermanos de sangre hubo disputas y desavenencias, y muchos dividieron sus haciendas y hasta las habitaciones de la casa en que poco antes moraban juntos, para que cada cual viviese según le pareciera y a su antojo.

Las personas de derechas, por lo común más liberales en asuntos de dineros, vieron de buen grado la posibilidad de administrarse según su libre albedrío; excepto algunos más controladores y recelosos de todo, que gustaban de menoscabar con aranceles y tributos municipales, para su beneficio, a todo el que pasaba por sus territorios. Estos últimos porfiaban en mantener sus territorios indivisos, pues, según decían, era lo que más amaban, junto a su bandera y lo que llevaban ya recaudado, y hoy temían mucho perder una identidad que habían ganado anteayer...

Las gentes de izquierda cambiaban de opinión según se levantaban cada día: cuando se sentían internacionalistas arremetían contra las repúblicas aledañas, y bajo bandera roja edificaban un muro infranqueable de hormigón y acero, tras el cual constituían la gran federación de las repúblicas populares unificadas. A la mañana siguiente, lo mesmo les convenía sentirse libres, y entonces deconstruían los muros y se emancipaban de nuevo en pequeñas repúblicas independientes, en cuyas banderas, fabricadas con retales de combinaciones cromáticas imposibles, siempre pintaban una estrella roja...

Otros, que no tenían filiación política, intentaban ir a su bola; o también existía el caso de los que, por ejemplo, en siendo partidarios del Real Madrid, organizaban una peña con el nombre de Juanito, y, luego dello, se declaraban nación vikinga.

Algunos que se miraron a un espejo, y en viendo sus pieles bronceadas y morenas, buscaron juntarse con otros de su mesma condición, y lo mesmo los que observaron reflejado en el cristal su rostro tan pálido como polvo de arroz. Hubo quien, sin embargo, no hizo distinción de nacionalidad por su color, y prefirió aparearse con quien más le vino en gana o tuvo a tiro de piedra, fuera o no de su propio sexo o del tinte de su piel...

Dos parceros se declararon colombianos, mas uno déllos se percató de que su amigo era paisa en siendo él rolo, así que le dijo «pues hasta aquí no más, compadre». Lo mesmo le sucedió a un limeño y a un arequipeño, a pesar de los grandes padecimientos y lo mucho que habían tenido que viajar hasta llegar a conocerse en aquellas serranías, pues su país natal quedaba allá por las Indias, como a más de cuatro mil tiros de ballesta. Una familia de ojos rasgados que residía en un todo a cien se declaró bilbilitana.

Ocurrió el caso de un inversor de alto riesgo que había comprado el abono transporte a principios de mes, y que, en teniendo que ir a trabajar a Madrid, dijo que él, por eso de aprovechar el abono, en sí mesmo era una colonia española, del mesmo modo que Gibraltar era británica desde el tratado de Utrecth. Otro más conservador, y al que por lo visto se le había sorprendido con unos dineros en una cuenta de ahorros que al parecer nadie sabía de dónde habían salido, alegó que provenían de una herencia que, según él, le había dejado al morir su pobre padre que era banquero, y, en sintiéndose ofendido por la desconfianza, emitió un comunicado de prensa que dio sólo cuando a él le vino en gana y regañando mucho a los periodistas que allí se había congregado para escuchar sus argumentos, en el que dijo que era ciudadano libre de Lichtenstein, más que nada por aquello de mantener sus dineros a buen recaudo y porque allí le daban más interés por ellos. Algo parecido proclamó uno que, a modo de ermitaño, se metió en una cueva de la que ya nunca quiso salir, y que dijo que lo dejaran vivir en paz...

En el séptimo día se regocijó Dios de haber creado a la mujer y al hombre según su semejanza, y de que se gobernasen a su propia manera con la total libertad que Él les había conferido. Mas la Santa Inquisición no estuvo tan de acuerdo déllo...

Y así es como se fueron conformando y desconformando los estados y califatos, los cabildos, ayuntamientos y naciones, y las agrupaciones de individuos con otros o consigo mesmos, en lo que otrora fuera el brevísimo en el tiempo Estado Soberano de Guadalajara. Los encargados de pintar y despintar las fronteras, y los que escribieron y reescribieron la Historia, seguro que algo debieron sacar en su beneficio con todo ese tinglao que sobrevino tras de la independencia de aquella provincia. Que, dicho sea de paso, el transcurrir inexorable del tiempo se encargó de borrarla de los mapas, y de la memoria de los hombres y mujeres venideros...

Comentarios

  1. Te lo tienes que haber pasado bomba escribiendo este post ¡que envidia! jejeje!

    Aunque exagerada no me parece equivocada tu visión de futuro...

    Salud!

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  2. Sí, Pensadora, ha sido una mezcla entre estrés y diversión, porque me da ansia el tiempo que discurre entre el nacimiento de las ideas en la cabeza y su expresión por escrito.

    Salud pa ti también...

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