Ayudadme a salvar a Willy

Perro sentado en carrito de escalera
Lindo perrito
Siempre me gustaron los animales y, desde que era una canijo, quise tener un perro. Así que cuando mis padres me echaron de casa por fin pude hacerme con uno. No un chucho cualquiera, sino uno de raza. Le puse de nombre Willy, porque mi actor favorito es Willy Toledo. Admiro a la gente que habla sin pelos en la lengua, que le importa un cojón lo que vayan a opinar de él los demás.

Por entonces yo trabajaba de peón en las obras, y ganaba mucha pasta. A mi Willy no le iba a faltar nada, así que le compraba comida buena. Nada de esas latas de comidas para perro, que vete tú a saber qué mierda les echan. Le compraba latas de albóndigas, pero de las de personas. Total, sólo cuestan un euro. A veces nos dábamos un homenaje y nos comíamos, a medias, unas lonchas de jamón ibérico.

Tener un perro es como tener un hijo. Es una responsabilidad muy grande, y le tienes que poner todas las vacunas del mundo, que también valen un dineral. Cuando llevé a Willy al veterinario me dijo que le tenía que dar pienso, y no comida de humanos. Me recomendó uno que él vendía —qué casualidad—, y que si mi Willy no se lo quería comer que tuviese paciencia con él, porque tardaría en acostumbrarse. Le compré pues un saco de bolitas. Después de tres días mi Willy no se las quería comer, porque seguro que eran pura mierda. Los perros tienen un olfato superior al de los humanos, y nadie les tiene que decir qué deben comer y qué no, porque ellos ya saben lo que les va mejor. Así que fui al veterinario y le dije que las bolitas se las iba a meter una a una por el culo, y que me devolviese el dinero del pienso. Como Willy había pasado tanto tiempo sin comer —casi me lo mata de inanición el cabrón—, le compré 8 latas de albóndigas. De las de persona. ¡Y vaya si se las comió el pobre, que hasta le dio un cólico, y luego las vomitó! Pero después se comió el vomitado: los perros no desaprovechan nada.

Mi Willy es muy posesivo, no se te ocurra quitarle algo que crea que es suyo. Me gusta soltarle en el parque, que corra libre. Un día va un niño y no se le ocurre otra cosa que cogerle el palo que llevaba en la boca. Willy casi le arranca el brazo. Y cómo se puso la madre. Le dije a la señora que era culpa del niño, por cogerle el palo a mi Willy. No deberían dejar sueltos a los niños en los parques, sobre todo si hay perros cerca.

Mi perro es un poco dominante con los demás perros. Un día se encaró a un pitbull, uno de esos perros musculosos, de presa, que parece que van al gimnasio. Mi Willy no se achantó. Yo creo que el que tiene uno de esos perros es, o un tío que va buscando bronca, o un mariconazo acomplejado que no sabe defenderse solo. O a veces las dos cosas: un niñato bujarrón que va provocando a la gente. Le dije al dueño del pitbull que, si su perro tocaba al mío, yo le arrancaba la cabeza al suyo. Si es que dicen que las personas terminamos pareciéndonos a nuestros perros: igual que mi Willy, tampoco yo soy de los que se achantan. Al final el dueño del pitbull nos demostró que era un cobarde, idéntico en todo a su perro hormonado.

Con la edad, Willy empezó a coger un poco de peso, andaba mal y respiraba peor. Así que le compré salmón ahumado, para ver si adelgazaba un poco. El salmón le gustaba mucho a mi Willy, aunque era un poco caro. Tuve que buscar algo más barato cuando me echaron del trabajo, por insultar a un capataz. Leí en una revista, de las que tienen en la peluquería a la que voy a cortarme el pelo, que el pollo es poco graso. Así que fui a comprarle pollo a mi Willy. Me hubiera gustado darle pollos vivos, porque los perros son depredadores, lo llevan en la sangre, les gusta cazar. De hecho, a Willy le gusta perseguir a las palomas del parque, que, aunque esté gordo, las palomas es de las pocas cosas que lo motivan a correr. Hasta un día pilló a una que andaba como drogada. La destrozó. Pero luego no se la comió. En Madrid es difícil encontrar pollos vivos. Fui a la pollería y compré un pollo entero. Muerto, claro. Le dije al pollero que me lo diera grande, que era para mi perro. Willy se atragantó con un hueso, casi se me asfixia. ¡Por ganar dinero, qué hijo de puta el pollero! ¡Mira que no avisarme de que los huesos del pollo se astillan!... Al día siguiente acudí a la pollería: si entre el carnicero y el vigilante del súper no me sujetan, lo atravieso allí mismo, al pollero, con su propio cuchillo de trocear los pollos.

Después de eso decidí comprarle pechugas de pollo, ya deshuesadas, y pavo en lonchas. En otra pollería, claro, porque el hijoputa del pollero ya no me quería despachar más. Pero a mi perro, la nueva dieta no le gustaba casi nada, se le veía triste. Siempre me pedía de lo que yo comía. Así que seguí dándole albóndigas, salchichón, tocino, y lo que más le gusta: yogur griego. El yogur griego le encanta, sobre todo si es azucarado. A mi perro, entre otras cosas, le encanta el dulce. Un tío en la tele, en un programa para marujas, dijo que no hay que darles dulces a los perros, porque se quedan ciegos. ¡Menuda gilipollez, la gente sólo dice tonterías! Es como si yo me fuera a quedar ciego sólo por comer caramelos.

Como Willy se estaba poniendo muy gordo, cuando vivíamos en el adosado hice poner un elevador en la escalera, para que pudiera subir a la planta de arriba. Ahora, por culpa de la economía, nos hemos tenido que trasladar a un cuarto piso, sin ascensor, y como Willy está tan gordo, es un coñazo sacarle a pasear, porque lo tengo que subir y bajar yo en brazos. No lo saco a la calle más que lo necesario, y, como no hace ejercicio, está cada vez más gordo. Como respiraba mal, tuve que buscarme otro veterinario. Todos son iguales. Éste también me quiso vender pienso, porque decía que Willy estaba muy gordo, y además le hizo unos análisis y varias pruebas. Me cobró un dineral. La verdad es que pienso que la Seguridad Social también debería cubrir esto. Y encima me dice que tiene colapsadas las arterias y que lo mejor es que lo sacrifique. ¡Qué hijo de puta, querer matar así a un animal, sin más!

Como soy un inconformista, me informé por ahí, y encontré una clínica que dicen que curan a los perros, de lo de las arterias. Lo malo es que la clínica está en Matachuches, o algo así, vamos, en Estados Unidos. Como ahora estoy sin un puto duro —mierda de crisis—, no me puedo permitir llevarle. Pero se me ha ocurrido relatar mi historia para recoger dinero, a ver si alguien nos ayuda.

Por favor: si alguien puede ayudarnos, aunque sea con un euro o unos centimillos, que se ponga en contacto conmigo, a través de Internet. O con mi perro. Muchísimas gracias de antemano.

Comentarios

  1. Sublime, Miguel.

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  2. Los perros tratados como humanos! Son perros. Por otra parte la gente se ha creado unas necesidades que en esta epoca no puede alimentar. Que raza de perro es? Yo diria que un pitbull. Yo no le doy un duro. Que done el pobre perro a alguien que sepa cuidarle. Tenian que hacer un examen de personalidad los futuros propietarios de perros. Buena historia.

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  3. ¡¡Fantástico!! Tal cual... Echar la culpa a los demás de todo lo que nos pasa, saber más que nadie, no aceptar las limitaciones, vivir por encima de las posibilidades, no aceptar el presente, desear más de lo que se tiene... etc... refleja la sociedad actual... pero yo sigo creyeendo en utopías, creo que se puede llegar a cambiar... si cada uno de nosotros conseguimos cambiar nuestro entorno... es difícil, estamos todos aquí metidos, pero se puede intentar... Genial Miguel!

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  4. Buen relato! Yo creo que el perro es un bulldog francés, que es la raza que estaba de moda cuando en los años en los que el peón estaba forrado.
    Espero que consiga el dinero suficiente para salvarle, yo ya he hecho mi aportación!

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  5. Vamos, ya llevamos 27 céntimos recaudados para salvar a Willy.

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